En México, la horticultura es mucho más que un sector productivo: es una fuerza que sostiene economías locales, impulsa las exportaciones y proyecta al país como un jugador clave en los mercados internacionales.
Con más de 2 millones de hectáreas destinadas al cultivo de hortalizas, nuestro país se ubica entre los principales productores a nivel mundial. Tomates, chiles, pepinos, calabacitas y berries forman parte de una canasta que no solo abastece a millones de familias mexicanas, sino que también cruza fronteras rumbo a Estados Unidos, Canadá, Europa y Asia.
La relevancia de este sector se mide tanto en cifras como en impacto social:
- La horticultura representa cerca del 30% de las exportaciones agroalimentarias mexicanas.
- Genera cientos de miles de empleos directos, especialmente en zonas rurales.
- Impulsa la innovación en tecnologías de cultivo, invernaderos y cadenas de frío.
Más allá de los números, la industria hortícola se ha convertido en un laboratorio vivo de resiliencia y modernización. Frente a los retos del cambio climático, la demanda de alimentos más sanos y la presión de los mercados internacionales, los productores hortícolas han sabido adaptarse con creatividad y visión.
Hoy, la horticultura mexicana no solo alimenta, también inspira. Representa un ejemplo de cómo la agricultura puede ser competitiva, sostenible y al mismo tiempo, profundamente ligada a la identidad del país.
El desafío que queda por delante es enorme: seguir creciendo en productividad y eficiencia, pero sin perder de vista la sostenibilidad y el bienestar de las comunidades rurales.
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